Otto Wood el Bandido, de Trevor McKenzie
Por: Jim Fogelquist / Yndiana Montes Fogelquist
La biografía de Otto Wood, de Trevor McKenzie, titulada en inglés Otto Wood, the Bandit y publicada en 2021 por University of North Carolina Press, cuenta con minuciosos detalles la vida del hombre cuyos crímenes y violenta muerte dieron lugar a populares baladas apalaches, en una región en la que el folklore está profundamente marcado por dicha expresión cultural y artística. Desde comienzos de los años treinta los temas alusivos a la vida del bandido más popular de las Montañas Apalaches fueron escritas, grabadas e interpretadas por los más conspicuos músicos de la época. McKenzie es un muy conocido “old-time musician” lo que quiere decir que su forma de cantar y tocar las baladas apalaches está muy apegada a la forma tradicional. Esta tendencia está tomando una mayor preponderancia entre los músicos folclóricos de Los Apalaches, aunque no es tan conocida como el bluegrass.
El que primero fue un pillo, un filibustero, para luego pasar a mayores, Otto Wood, es descrito vívidamente por McKenzie, quien en la actualidad es director de la Maestría de Estudios Appalachia en la Appalachian State University.
Este libro es el fruto de una investigación de nueve años, que fue el tiempo que el autor trabajó en la prestigiosa Colección Apalache de la Biblioteca Belk, de la misma universidad. Durante esos años McKenzie tejió una interesante narrativa, revisando cada recorte de diario de varios estados, documentos de los archivos de la prisiones en las que estuvo preso Wood, artículos de populares revistas como “The Master Detective”, donde se fabula la historia de Wood, y una autobiografía que el mismo Otto Wood publicó: Life Story of Otto Wood.
McKenzie encontró excelentes fuentes para su acuciosa investigación en los periódicos de pequeñas ciudades de la época en Las Carolinas, Virginia, Kentucky, Tennessee y Ohio, donde Otto Wood se convirtió en una verdadera celebridad. A Wood le fascinaba ver su nombre escrito en primera página o en la página roja, no sólo porque adoraba la notoriedad, sino porque aprendió a usarla para sus fines. Logró el favoritismo de una gran parte de la opinión pública a través de los lectores de los diarios y concedía entrevistas. Mandaba cartas a los diarios locales y muchas de ellas fueron publicadas. Su autobiografía fue publicada en 1926 cuando estaba tras las rejas en la prisión estatal de Carolina del Norte y se vendió muy bien. Cotejando las fuentes y bajo un detallado escrutinio, McKenzie logró separar los hechos reales de la ficción, las medias verdades y las mentiras descaradas.
Personalidad de Wood: elocuente y seductor
A pesar de no haber tenido una educación formal, Otto Wood era un ávido lector, y tenía una labia que lo hacía congraciarse rápidamente con los demás. Un visitante de su celda, hacia el final de su vida relató que estaba atiborrada de revistas y diarios. A juzgar por su escritura, Wood no desperdiciaba la oportunidad para leer historias de detectives y personajes del oeste, utilizando el drama para lograr las simpatías de los ciudadanos más progresivos que favorecían la reforma de las prisiones. Hasta entonces, los proponentes de la fuerza de la ley y el orden habían mantenido una disciplina férrea entre los reos, quienes trabajaban a sol y a sombra encadenados en la construcción de carreteras y otros trabajos pesados. La idea de que el remedio a la criminalidad era la educación y un mejoramiento de las condiciones de los presos, fue aprovechada por Wood. Se guarnecía en la falta de guía parental durante su infancia y en las duras condiciones de su cautiverio para ganar indulgencias, al mismo tiempo que se hacía famoso por sus desmanes, robos, asaltos y fugas de las cárceles en las que fue confinado.
Otto Wood era lo que se suele denominar “un encantador de serpientes”. Carismático “hasta la pared de enfrente”, logró convencer al mismísimo Gobernador de Carolina del Norte, O. Max Gardner de que podía regenerarse si le daban un trato más humano. Él sería la prueba viviente de que la corriente que defendía la reforma penitenciaria era la correcta. El gobernador decidió sacarlo de su confinamiento en solitario, una previsión que tomaron las autoridades penitenciarias porque ya se había escapado de varias prisiones. Ya habían pasado dieciocho meses y como su comportamiento fue ejemplar, logró una A como calificación. Wood se convirtió en un reo modelo y como premio fue asignado con un cargo gerencial en la pastelería de la prisión. Este trabajo le permitió estar más a sus anchas y no en el ojo de la vigilancia, lo que le permitió su onceavo y último escape. Lo curioso es que ya siendo fugitivo, en esta oportunidad no se fue al oeste. Resolvió quedarse en Carolina del Norte, y muy pronto lo vieron pululando por los lugares que solía andar en épocas de antaño. Visitaba familiares y amigos porque sentía el natural apego al terruño, al lugar donde había nacido y donde había crecido. Por lo demás, le gustaba andar a la moda. Su marca de auto favorito era Buick, y le encantaba andar bien acompañado de mujeres bonitas.
Es fascinante cómo McKenzie describe a Otto Wood. Definitivamente, era un hombre que cuando tenía dinero gracias a sus robos y asaltos, le encantaba vestir a la moda. Viajaba bastante con su esposa, pero después de su divorcio, se alió con la esposa de su difunto hermano, que quedó embarazada de gemelos cuando él fue abaleado por el jefe de la policía de Rankin, Salisbury, Carolina del Norte, el 30 de diciembre de 1930. Su sentido del humor era memorable. Cuando le preguntaron el porqué de tantas fugas dijo: “Todos los hombres merecen unas vacaciones”.
Espacio geográfico: el condado de Wilkes
Además de proveer información valedera para que el lector pueda hacerse una clara imagen del personaje, el libro nos muestra lo que era Wilkes County, Carolina del Norte, en los tiempos de Wood. El piemonte de las espectaculares Blue Ridge Mountains del oeste del estado a finales del siglo diecinueve y los comienzos del siglo veinte, fue el marco de un periodo de rápido crecimiento económico y de cambio social. El bisabuelo de Otto Wood, Thomas Wood, nació en el Condado de Wilkes a finales del siglo dieciocho, y la familia de su madre había vivido allí desde comienzos del siglo siguiente. Al igual que la mayoría de los lugareños, Otto practicó la agricultura de subsistencia, y seguramente en trueque para cubrir sus necesidades básicas. Y fue la muerte temprana de su progenitor lo que desestabilizó a la familia y lo que hizo muy difícil a su madre mantener a los hijos. Otto confiesa haber cometido su primer crimen a la edad de siete años, cuando robó una bicicleta. A los nueve ya lo detuvieron en la cárcel por robar unas pistolas en una tienda local. A los quince años lo sentenciaron a trabajar encadenado a otros presos en el Condado de Iredell por llevar un arma ilegalmente. Sin supervisión parental, Wood se sumergió en una fascinación por las armas de fuego que lo llevó por el camino de la criminalidad, el cual transitaba sin el más mínimo temor.
McKenzie describe la transformación del Condado de Wilkes con la llegada del ferrocarril al norte de Wilkesboro con Winston-Salem a finales de siglo. La industrialización vino con la gente que llegó a trabajar en la explotación maderera, y posteriormente en los molinos para el maíz y el algodón, las fábricas del muebles y las talabarterías. Al mismo tiempo, los locales podían desplazarse a buscar empleo en otras regiones. Pero Otto Wood encontró su nicho de mercado en la producción ilegal y el tráfico del famoso “moonshine”. El haber perdido una mano (lo más seguro en un accidente de caza), y tener un pie deforme al nacer por un defecto congénito, le hicieron difícil trabajar en el campo. De adolescente, llegaba en tren a las ciudades mineras de Virginia del Oeste donde tenía parientes, quienes según él le enseñaron a pelear, a jugar, y a beber. Se acostumbró a ir y venir por los rieles del norte, familiarizándose con la vida ruda de los mineros. En aquella época, el licor era prohibido y podrán adivinar que durante un tiempo, nuestro personaje se dedicó al contrabando del “moonshine”, que se fabricaba a escondidas en casas, granjas, y diversos establecimientos. Pero su fuerte fueron siempre las armas de fuego, por lo que se dedicó a robar las tiendas de armas, hechos por los que era perseguido por las autoridades y que lo llevaron a robar autos, abordar los trenes de forma ilegal, y llegar tan lejos como Oklahoma y Texas.
Fue aprehendido y llevado a prisión en numerosas ocasiones por sus crímenes, que eran cada vez más violentos y audaces. Finalmente, fue condenado a treinta años de prisión en Greensboro, Carolina del Norte, por el asesinato del dueño de una tienda de empeño en la que irrumpió para robar. El usurero sacó un arma para defenderse y Wood le disparó. El hombre murió en el hospital después de declarar en su contra. Esto lo convirtió en un asesino.
Fue en esta coyuntura cuando traicionó la confianza que el Gobernador Gardner había puesto en él, escapando de la prisión estatal de Carolina del Norte. La opinión pública se volcó contra él porque la gente se dio cuenta de que era un criminal irredento. El 5 de enero de 1931, una semana después de que Wood fue acribillado por la policía al mejor estilo de los “Western movies”, el diario “Stateville Record and Landmark” publicó dos columnas sobre el hecho, concluyendo: “ Es simplemente una cuestión de defensa propia por la gente. Una persona como Otto Wood debe ser matado, y mientras más pronto, mejor”.
Nos gustó mucho que cada capítulo del libro comienza con uno o más epígrafes de los diarios locales de entonces, que dan luces sobre cómo calibrar la trayectoria del bandido.
Las Baladas de Otto Wood
Las baladas apalaches tienen una singular importancia en la cultura de la región. Y la vida de Otto Wood impactó significativamente en el género. No son baladas románticas, sino que caen dentro del género de las baladas narrativas parecidas a los corridos. Su importancia radica en que cuentan una historia que tiene que ver con hechos que atañen a muchos y que son compartidos y procesados por una comunidad, pero siempre dentro del ámbito local. Por ello McKenzie dedica un capítulo a las baladas de Otto Wood.
La primera de ellas la grabaron los cantantes Cranford y Thompson a comienzos de 1931, pocas semanas después de la muerte de Wood a manos del jefe de policía Rankin en las calles de Salisbury, Carolina delNorte. Usaron el tema y la tonada de una balada del famoso delincuente del oeste Jesse James.
La más famosa de las baladas es “Otto Wood the Bandit” compuesta por “Kid” Smith y grabada por Smith and the Carolina Buddies en febrero de 1931. El inmortal Doc Watson grabó en 1965 una estupenda versión, y desde entonces Otto Wood ha sido cantado en repertorios diversos, que van desde el “old time music”, el bluegrass, hasta los garajes sureños de grupos de rock, bandas post-punk y rock alternativo.
El libro de Trevor McKenzie, Otto Wood the Bandit, tiene la virtud de gustar a todos, desde académicos y estudiantes de las maestrías de Estudios Apalaches de las universidades de la región, hasta el público en general. Y es que no hay nada más rico que leer una historia como la suya, cimentada en meticulosas búsquedas realizadas por un talentoso investigador, por lo demás intérprete especializado en la vieja música apalache.
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